miércoles, enero 24, 2007

Elegía al hombre que no supo de querer

A quien me sabe en su búsqueda

Es extraño que quien construye mi cariño y quien simbolizaba su inexistencia lleven el mismo nombre, de aquí una reflexión: la dialéctica existe.

(Una sola caricia fueron sus ojos,
una sola insurreción de mi piel ante su voz,
su sonrisa tendió la mano a la mía,
despacito,
natural,
fue el descubrimiento de su piel,
y su cariño, ganando el mío.)

Por oscuros, derrotantes, derroteros,
resbalaba mi bota en la cornisa,
viajero con dolor en la camisa
de encuentros (dolores) siempre muertos.

Ternura de sus manos, de quien pudo
ir llevando al jaque-mate de mi suerte
viajera, fronteriza, ya mi muerte
no duele, es vida tras tu escudo.

Enseñaste lo joven, lo sencilla,
que luce la dulzura verdadera,
encendida en mi pecho hay una hoguera
que arde, llama limpia, sin ceniza.

Encontrarte era parte del deber,
del guerrero que lucha por la vida,
y obligas a componer esta elegía
al hombre que no supo de querer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ajeno del sabor creador,
entrado por la fuerza en razon,
digo PACIENCIA no es
lo que reina en estos lares.
Quiza así fueran los juglares
Quiza, pero otra vez
te encuentras reseñando
lo lejano del placer,
lo cercano del deber
y la cobardía del Ser.