martes, mayo 22, 2007

SUBCOMANDANTE MARCOS

... y dijo Bertold Brecht: Pero la más hermosa de todas las dudas

es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza

y dejan de creer

en la fuerza de sus opresores”



Ya casi se va la madrugada. La luz del sol empieza a asomarse por las rendijas y debemos volver a las oscuras sombras que nos visten. En las manos sigue faltando la piel del deseo y la tormenta de su pelo. Un suspiro queda pendiente en los labios. La mirada, y la nube que la envuelve, echan de menos la luz que les hace falta. ¡Ah!, las trampas de la imaginación: en el sueño de la duermevela, sus muslos eran bufanda en las mejillas y prisión para la cintura; de pie, la cabalgata del ansia terminaba, después de un breve precipicio, en una caída húmeda y común. Y al final no había más deudas que las que se tienen con uno mismo. ¡Ah!, las ganas de mojarse en esa su lluvia. En ella saciarse y hacer crecer la sed de ella.

Amanece con la certeza de que no habrá mejor foto que la que le tome con mis manos y labios, ni mejor audio o video que el del nacimiento de sus jadeos y gemidos, ni mejor tocada o pintura que la de las pieles unidas, ni mejor entrevista que la de nuestros cuerpos...
¿Otra comunicación? ¿Otra información? ¿Otro arte? ¿Otra cultura? ¿Otra campaña? ¿Quién diablos abraza estos despropósitos?
Tocan a la puerta del día. La sombra se amarra las botas y las ganas. Hay que seguir caminando, escuchando...


OTRA VELA PARA SOMBRA

Madrugada. Arriba, la luna sigue en su deslavado desnudarse de la luz azul que la viste. La oscuridad le perdona las cicatrices y le ofrece, generosa, otro velo para su impudicia. Abajo, la sombra se acurruca en el último rincón de su desvelo.

¿Eso que se levanta es un viento o un puente buscando lejos la otra orilla para acabar de tenderse?

Un suspiro, tal vez.

Y otra vez la duermevela y sus ilusiones: una serpentina suspirada y liada en un cuello ausente, el ansia levantándose y hundiéndose en el bajo vientre, el leve respirar de la sombra en el oído de la noche, el deseo vistiendo la morena luz de la penumbra, un beso largo y húmedo en los otros labios, la mano escribiendo una carta que nunca llegará a su destino:

Daría lo que fuera por enredarme entre sus piernas, por confundir nuestras humedades, por desgastarme en la luna hendida de sus caderas. Daría lo que fuera, menos dejar de hacer lo que es mi deber hacer.

Amanece.

El sol empieza a ayudar a las casas y edificios en su lánguido inclinarse a occidente.

El otro Jalisco afila la palabra y afina el oído.

Afuera preguntan:

"¿Listo?"

Adentro la sombra dobla con cuidado el ansia, la pone en el bolsillo izquierdo de la camisa, cerca del corazón, y responde:

"Siempre".



SUPONGAMOS QUE...

Detrás de su nube, Sombra mira y escribe:

Falta lo que hace falta. Su ausencia es herida que se renueva aún en esta cicatriz que mal regalan las horas.

Aun y cuando os sé lejana, luz que me desvela, con la mirada acorto las distancias y en vuestro cuerpo marco las señales para la ruta que aspiro a que caminen después mis labios.

Bien sé que la sombra que me envuelve y nombra, muro se hace entre vuestra piel y la que ahora me duele por no teneros.

Apenas puedo asomarme por una grieta y, a través de ella, rondar vuestro talle, ceñirlo con la mirada y con la mirada rendirlo. Tocan mis ojos lo que tocar no pueden mis manos. De vuestra carne la espera, amable y distanciada luz, es cadena cruel para tanta libre ansia, mordaza perversa para el deseo, y eterna vergüenza para quien impávido la acepta. Y maldigo así este tiempo que muro pone sobre el muro que de vuesa gracia me aparta.

Y vencerlo me prometo. Envuelto en sombras, sombra yo, me llegaré a vuestro cuerpo para hacer la ruta hasta el nudo del deseo, para desatarlo luego. Con los labios habré de quitarle las ropas y las penas. Una promesa le dibujaré en la nuca y con su nombre susurrado le peinaré los cabellos. Sus senos con mi pecho serán cubiertos y nuestras caderas se mecerán al compás de jadeos y gemidos. Esas vuestras manos a mi espalda habrán de aferrarse cuando el placer vuele su caída hasta la pequeña muerte de su vientre. No habrá entonces ni luz ni sombra, apenas un relámpago languideciendo con nuestras pieles desgastadas.

Esperad de mi espera, alto vuelo, que habrá que hacer de nuevo la madrugada...

Amanece. La madrugada esconde sus nostalgias en la lluvia de junio. Sobre la mesa, un libro queda abierto con la ayuda del peso de una pipa rota. En una página manchada con ceniza, con línea irregular están subrayados unos versos de Bertolt Brecht:

La lluvia
No regresa hacia arriba.
Cuando la herida
Ya no duele,
Duele la cicatriz.


El Mañana segun Sombra, el guerrero

Arriba la madrugada es una húmeda herida de amor. En mi sueño ella gime, se estremece, jadea buscando el aire en el que su piel se hizo aire, interrumpe su intensa cabalgata, cae desmayada sobre mi pecho.

¿Yo? Yo soy sólo el eco de su temblor, apenas una sombra que la luz, generosa, le regala al tiempo.

Afuera llueve, pero ya no duele…

1 comentario:

Proyecto Apache Nedni dijo...

Bueno. Muy bien. Buen trabajo. Si me permiten me gustaría compartir las publicaciones de su página en PROYECTO APACHE NEDNI. Están bienvenidos. La cuestión es difundir la alternativa zapatista, y difundi, difundir. En estos ranchos del alma, la raza no sabe nada de zapatismo. Déjense ker. Estoy publicando su muro sobre zapatismo, espero que no les moleste. Bonito trabajo. Saludos.